Es normal acostarse para dormir y al poco conciliar el sueño. Pero cada vez hay más personas que no lo hacen. Unas por insomnio y multitud de preocupaciones, otras por temor a sus propios sueños o a las repercusiones de estos. Cuando el sueño te alcanza paulatinamente y de forma consciente, sientes la duda de estar despierto o dormido a la vez, y en este estado, con los ojos cerrados y tu cuerpo inmóvil, puedes ver y sentir las dimensiones no físicas y en ellas otras conciencias. Conciencias amigas y familiares en ocasiones, pero en otras no tanto. Son conciencias sedientas de energía que no saben otro modo de conseguirla que no sea a través de tus pensamientos mientras duermes despreocupado y confiado. Normalmente la conciencia dispone de mecanismos de protección y siempre estamos a salvo. Se trata de una fuerte expansión de las energías y de la presencia de los amparadores. Pero unas pocas personas, sin intención alguna, inconscientemente, no disponen de estos mecanismos de seguridad espontánea y son más vulnerables. ¡Aprende a protegerte! Duerme tranquilo y confiado. Disfruta de tus sueños y aprende en tus proyecciones astrales.
¡Protege tu dormitorio. Crea un aura fuerte!
Acababa de abrir los ojos. Me sentía sudoroso y me molestaba la garganta como si me la hubieran arañado desde dentro. En mi pensamiento y solo en mi pensamiento permanecía todavía gritando. Eso o había perdido las cuerdas vocales, pues no emitía sonido alguno. Cosa que me producía una ansiedad como no recordaba haber tenido nunca. Mi cuerpo estaba inmóvil. De esto era totalmente consciente. Estaba despierto o al menos casi despierto. No sé que me incomodaba más; no poder moverme o no conseguir que mis gritos llegaran a alguna parte… poco a poco me iba calmando y mi respiración era menos violenta. Eso hacía que fuera siendo más consciente de mi paulatino despertar. Entonces era capaz de oír y sentir mi corazón algo alterado pero ya no me llamaba la atención sus latidos, parecían normales. Había pasado ya varios minutos, no lo puedo precisar. Como ya no me molestaba la mayor parte de mi cuerpo y funciones perentorias, mi atención pasó a la movilidad que iba ganando poco a poco. Ahora estaba seguro que podía moverme y también que si intentaba gritar se me oiría. No grité, ni lo intenté más.
Permanecí callado en la cama, tumbado boca arriba y sin moverme; no quería hacerlo. La temperatura dentro de la cama era de lo más agradable y me llegaban un sin fin de imágenes que si lograba ordenar un poquito me daban una idea en formato película de lo que había pasado en mis sueños aquella noche…. Seguía sin embargo aterrado.
Una intensa luz lo llenaba todo y nada más ser consciente de ella pasaba paulatinamente hacia la absoluta oscuridad. Pero no era algo oscuro sin más, era algo que no puedo concretar, muy oscuro, eso sí. Me rodeaba y ganaba todo el espacio de esa luz que ya casi no quedaba. Esa oscuridad, fría y desagradable me amordazaba, me paralizaba, me asfixiaba. No podía respirar. Supongo que se debía a la fuerte presión que tenía en mi pecho. Como si alguien que no era de este mundo se hubiera apoderado de mi voluntad; solo sentía fuego asfixiante. Sentado encima de mí presionaba con fuerza mi boca quitándome el último aliento.
Todo era negro a mi alrededor. Vacío, frío, enorme. Una idea llego a mi mente; creo que era mi mente, mi pensamiento. Creo que la idea emanaba de mí mismo, a la que contestaba yo mismo.
–No necesitas respirar…
–Vale, y ¿entonces qué?
–Estás proyectado.
–Vale, y ¿aquí siempre es todo tan oscuro y tan pesado?
–Depende de tu pensamiento, de tus miedos, de tus energías personales.
–Pues solo debo de tener miedo y nada de energía.
–La tienes, solo piensa en ella.
Lo hice. Tal y como había aprendido dirigí toda emanación energética de mi cuerpo hacia arriba. En pocos segundos mi cabeza parecía brillar. En este momento llegó hasta mí la idea de que estaba proyectado. No tenía la menor duda. ¡Estaba proyectado! Con mi cuerpo astral y un potencial energético que crecía y crecía desde mi para-cabeza para extenderse hacia abajo por todo el cuerpo. Esta luz, mi luz fue sustituyendo al principio, poco a poco, luego violentamente, toda la oscuridad que me rodeaba. Mi luz y energía irradiada desde el mismísimo centro de mí mismo alejó y desintegró aquello que me presionaba y asfixiaba, a la vez que la luz dominaba toda forma de oscuridad.
Instintivamente miré mis para-manos de forma fotónico-luminosa. Todo mi cuerpo astral era igual. Muy luminoso y lleno de fuerza. Pero lo que mayor intensidad tenía era mi cordón de plata, ahora visible y a mi alcance. Recibí una sensación de permanente compañía. La sensación de amor incondicional. La serenidad con la que mi amparador compartía todo lo que me estaba sucediendo y su confianza en mí. Una confianza que yo mismo adivinaba tener, la misma que me ayudó a revertir la situación.
–Eres luz. –Dijo mi amparador–. Me lo creí. Y fue entonces cuando pude enfrentarme a aquello que me daba pavor, aquello que antes me asfixiaba
–Eres oscuro –le dije–, ¡retírate! ¡déjame!
A partir de aquí empecé a tomar el control. Hasta ahora no tenía muy claro de quién era esa voz-pensamiento. ¿Mía? Tal vez sí. ¿De mi amparador? Quizás. Es difícil saberlo, sobre todo al principio. Ahora lo sé. Pero en la acción que vino a continuación no hubo duda. Es determinación. Es seguridad, confianza. Es auténtica luz irradiada desde el centro de tu ser.
Y desperté. Esta vez, al completo. Con este pensamiento liberador desperté como ya saben… sudoroso, taquicárdico… pero de una pieza. Las repercusiones físicas pasaron y se resolvieron en unos minutos y sin consecuencias. Los lazos íntimos descubiertos con mi amparador se fortalecen día a día desde aquella noche. En ninguna experiencia proyectiva posterior ha habido oscuridad alguna, ni mucho menos compañías tan desafiantes como aquella que parecía vaciar lo que yo era. Entonces no era consciente de que yo era luz y que aquello solo quería esa luz, mi luz. Una luz que aquellos que son como aquello que me abordó no disponen para sí o no saben cómo tomarla libremente sin necesidad de arrebatársela a otros… ahora soy consciente de mi naturaleza lumínica.
–¡Irradia luz! –Qué? –Expande tu energía por toda la habitación. Inunda tu dormitorio de luz. –Dijo mi amparador–. Lo hice y desperté del todo.
__Relato proyectivo nº 14__